Vistas de página en total

jueves, 14 de enero de 2016

Ni los baños ni las letrinas públicas libraron a Roma de los parásitos

Cuando aún no era un imperio, ni siquiera una república, Roma ya contaba con la Cloaca Máxima, hace unos 2.600 años. Más tarde vendrían los acueductos para llevar agua limpia a la ciudad, los baños o las letrinas públicas. Con la expansión primero republicana y después imperial, los romanos llevaron su cultura e instalaciones de salud pública por la mayor parte del mundo entonces conocido. Sin embargo, la incidencia de infecciones intestinales y ectoparásitos no se redujo. En ocasiones, incluso, la civilización romana hizo de vector de patógenos.
Las nociones modernas sobre higiene pública son del siglo XIX. La Revolución Industrial y la urbanización fueron paralelas a la revolución médica. Con las aportaciones de Louis Pasteur, Robert Koch y otros, la microbiología sacó de las sombras a los gérmenes responsables de muchas enfermedades. Y las que no eran de origen microbiano podían combatirse con medidas de higiene tanto pública como privada. Hasta hubo un movimiento higienista que quiso aplicar estas ideas a la arquitectura.
Por eso siempre ha fascinado cómo la civilización romana cuidó de la salud e higiene públicas. Desde la grandiosa Roma, con sus 14 acueductos, hasta la ciudad hispana más pequeña, todas las urbes romanas contaban con baños públicos, dotados la mayoría de agua caliente. Casi lo mismo se puede decir de las letrinas, contadas por decenas en la capital y con cursos de agua para arrastrar las deposiciones o esponjas enganchadas a un palo para limpiarse. 


No hay comentarios:

Publicar un comentario